Había una vez un niño llamado Juan. Juan vivía en un pequeño pueblo y siempre había deseado tener una bicicleta. Sin embargo, su familia era muy pobre y no podían permitirse comprarle una.
Cada día, Juan veía a otros niños de su edad montando sus bicicletas por el pueblo, sintiendo un gran anhelo por tener una propia. Soñaba con pedalear por las calles, sintiendo el viento en su rostro y explorando lugares nuevos.
Pero Juan no se daba por vencido, él sabía que si trabajaba duro podría conseguir su bicicleta. Así que comenzó a buscar trabajos para ganar dinero. Primero comenzó a ayudar en la tienda de comestibles del pueblo, luego se ofreció para cuidar los jardines de algunos vecinos, y finalmente encontró un trabajo como repartidor de periódicos.
Con el tiempo, Juan ahorró suficiente dinero para comprar su deseada bicicleta. Fue la bicicleta más hermosa que había visto, con un cuadro azul brillante y ruedas negras. Juan estaba tan emocionado de tener su propia bicicleta, que inmediatamente comenzó a pedalear por el pueblo, sonriendo de oreja a oreja.
Ahora, Juan podía ir a donde quisiera, visitar a sus amigos en otras partes del pueblo, y explorar los hermosos alrededores. Ya no se sentía excluido cuando veía a otros niños montando sus bicicletas, ya que él también tenía la suya.
Aprendió también una valiosa lección de trabajo duro y perseverancia. Y cada vez que montaba su bicicleta, se sentía lleno de orgullo y gratitud por haber logrado su gran deseo.
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